Xavi

Xavi Sánchez Bonastre

Voluntari en Pemba de noviembre 2018 a marzo de 2019.

Voluntariado en varias áreas, principalmente en mantenimento, formacion profesional y fotografía.

Al perfil de Instagram de Xavi

Nunca en mi vida habia sentido tanto respeto hacia un grupo de personas como el primer día que me senté con ellas. Sinceramente, los primeros días me costaba mirarlas a los ojos. Seguramente por sentirme coresponsable de su situación. Parecía que sus caras contaban por si solas todo aquello por lo que habían pasado. ¿Qué iba yo a aportarles a unas mujeres de ese calado?

Aun me rio por dentro, recordando cuando llegué pensando que yo podía serles útil para alguna cosa. Tanto sus ojos como las grietas de sus pies, contaban todas las duras experiencias de vida que habían pasado y los quilómetros bajo el sol que habían caminado, resistiendo al eterno ovihaa umchuua.

Sé que al principio desconfiaban de mi presencia y era fácil darse cuenta del rechazo. Eran totalmente conscientes de lo que yo representaba como hombre blanco, y parecía que tenían una idea política bien formada sobre el asunto. Tampoco es normal que un “hombre” se interese por sus problemas y sus cosas. Pero en poco, me fueron aceptando y fueron comprendiendo mejor que carajo hacia yo allí.

Decidieron dejarme ser testigo de sus vidas, de sus problemas y sus historias. Y yo, les estaré eternamente agradecido solo por eso. Nunca he conocido a nadie tan fuerte y tan resistente como estas mujeres.

En mi paso por Mozambique, presencié distintas situaciones humanas muy duras, aun así, nunca dejé de ver personas llenas de vida. Para este caso, la situación era totalmente distinta, y eso, allí en ese momento, ponía en entredicho mi propia existencia.

Los nadie, los desposeídos y olvidados. Cuando la pobreza estructural se suma al estigma y a la exclusión más severa. Jóvenes de la etnia Makua con distintos tipos de diversidad funcional quedan totalmente aislados de la estructura social, lejos de poder alcanzar cualquier recurso o posibilidad.

En muchas ocasiones, las familias, que ya viven bajo una presión asfixiante a causa de la negación del acceso a los distintos recursos –por obviar la palabra pobreza-, se ven impotentes para ofrecer los cuidados necesarios a estos pequeños.

Con una falta total de afecto y de atención, se dan muchos casos de abusos y maltratos. La falta de alfabetización de la población, les impide algo tan sencillo como leer las recetas y prospectos de los “médicos”, escritos en portugués para un pueblo que ni siquiera habla esa lengua.

Enfermedades mal diagnosticadas y medicamentos mal administrados son el pan de cada dia.

Gobiernos, empresas privadas y algunas ONG’s que se enriquecen a base del extracto del caldo de cultivo africano. Estas son las caras de algunas de las personas que sufren las consecuencias. Nunca vi ninguna diferencia entre ell@s y el resto de niñ@s que yo había conocido en mi vida. Aun así, trataba de fingir, de relacionarme e interactuar con ellos como si nada pasara, como si no fuera consciente que muchos de ellos no iban a superar los siguientes años de vida, ni si quiera las siguientes semanas por no recibir un tratamiento adecuado al alcance de cualquier occidental.

Para Agua, Mariamo, Edina, Amici, Tamo, Pinti, Fátima, Zaida, Clementina y un largo etcétera de nombres y de voces de los nadie.

Es una realidad extendida en África, que sufrir cualquier tipo de diversidad funcional es motivo de estigma y exclusión social. Habiendo incluso constatado casos de niños autistas maltratados y atados a los árboles. En muchos casos, los hombres abandonan a las mujeres dejándolas a cargo de hasta más de 7 criaturas y con todo el trabajo del campo a sus espaldas. Es por este motivo, que frecuentemente las madres se ven superadas por la situación, teniendo que dejar morir a sus hijos e hijas más vulnerables. Así de llano y de crudo.

A lo sumo, esta condición que sufren muchas personas en el mundo, en Mozambique y otras regiones de África es explicada a través de la magia negra y otras creencias locales de tipo supersticioso. De la misma forma se suele considerar a la medicina occidental. Las familias suelen negarse a medicar y operar a los niños y niñas, que, en muchas ocasiones, podrían curarse con operaciones y tratamientos relativamente sencillos. No entienden la medicina occidental y no confían en la sanidad pública ni en el gobierno. Motivos no les faltan.

Para mí, esta situación, es la imagen del neocolonialismo, el capitalismo y el patriarcado, que sin poder ser acusado ni señalado directamente, vierte a estas mujeres a la miseria material y estructural más profunda.

Casa Azul es un proyecto de ayuda para estas mujeres, llevado a cabo por la Fundación Semillas de Esperanza.
Murrebue, Cabo Delgado. Mozambique 2019.