SUFO ASSIMO CARIMO

Coordinador de los Programas de Lucha contra la Lepra.

Soy Pastor de la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios y trabajo en la Fundación “Semillas de Esperanza” desde 2007. En este camino, comencé a trabajar en diversas áreas de los Centros y Programas hasta convertirme en Coordinador General. En este trabajo encontré la manera de poner en práctica los valores humanos y espirituales que he cultivado en la Iglesia desde mi juventud.

Tenía talentos y valores en mí, pero me faltaba una oportunidad más profunda para mostrar lo que había dentro de mí; de hecho, vivía con incertidumbre sobre lo que realmente era. Sin embargo, cuando conocí la Fundación, comencé a ver el tesoro que dormía dentro de mí, porque cada trabajo que realizaba me servía como una excavadora que sacaba lo que estaba escondido en mí.

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Soy Sufo Ássimo Carimo, nacido en el Distrito de Balama, y ​​actualmente trabajo en la Fundación “Semillas de Esperanza” como Coordinador de los Programas de Lucha contra la Lepra, con la Asociación de Personas Afectadas por la Lepra en Mozambique -ALEMO -.

Tengo dos nacionalidades, ya que mi madre era tanzana y mi padre mozambiqueño, y entre los hijos engendrados por mis padres, yo soy el octavo. Estoy casado desde hace veintidós años. En este matrimonio tuvimos cuatro hijos, pero la voluntad de Dios nos visitó y dos hijos ya partieron para la gloria, pues lo que Dios da también puede llevárselo; como dice la Biblia, “en todo damos gracias a Dios”.

Soy cristiano evangélico desde 1993; y desde que me convertí en creyente, he ocupado varios cargos en la Iglesia: fui líder de jóvenes en la Iglesia de Montepuez y cuando cumplí los 22 años me invitaron a formar parte del ministerio de la misma Iglesia. Cuando me fui de Montepuez a Pemba, me invitaron a ser maestro de la Escuela Dominical de la Iglesia Evangélica de Cristo y también me nombraron Vicepresidente de la Juventud del Consejo Cristiano. Después de esta misión, fui llamado a liderar la Asamblea de Dios de la Iglesia Evangélica en el barrio de Chibuabuar y realicé este servicio por un período de seis años.

Toda esta trayectoria me ha ayudado a desarrollar mi trabajo en la Fundación desde que ingresé en 2007, ya que la misión humanitaria que asumí me llevó a realizar mis actividades con mayor responsabilidad. Inicialmente fui admitido como educador en el Lar da Esperança, después fui también responsable de la biblioteca y luego Coordinador del Centro, función que más tarde ejercí también en el Centro Recreativo “Okhaviherana”.

En este camino comencé a trabajar en varias áreas de los Centros y Programas de la Fundación hasta convertirme en Coordinador General. Sin embargo, de todas las actividades que realicé, dos han marcado mi vida: el trabajo de educador y con personas afectadas por la lepra. En estas labores encontré la manera de poner en práctica los valores humanos y espirituales que he cultivado en la iglesia desde mi juventud.

Una de las actividades que me alegró mucho cuando estaba con los niños del Lar da Esperança “Elda Lunelli” fue la Formación Humana. Esta actividad fue una palanca para que muchos niños hicieran realidad sus sueños. Aún hoy, dicen que para llegar a donde están, reconocen que el camino lo abrió la formación humana que recibieron.

Y hablando de personas afectadas por la lepra, es hermoso ver cómo personas que ya habían perdido el valor de la vida y la esperanza, de repente comenzaron a luchar por su bienestar, comenzando a realizar hermosas historias en sus familias y comunidades.

El secreto de todo esto es que cuando le transmití a este grupo los valores que encontré en la Fundación, lo hice con mucha convicción y sobre todo, sentí una voz dentro de mí que decía: “Sigue hablando porque ellos van a estar bien, si ponen en práctica lo que dices”.

Ante todo esto, mi fe que se venía arrastrando desde joven, ha ido creciendo y me ha ayudado a sembrar los valores en la vida de los niños, así como de los adultos, como siempre digo: "Familia, si no hacemos algo, nadie lo hará por nosotros” y como resultado, nace una nueva fuerza entre las personas y comienzan a creer que todos son capaces. Cuando eso sucede, los resultados son extraordinarios en medio de ellos.

Tenía talentos y valores en mí, pero me faltaba una oportunidad más profunda para mostrar lo que tenía dentro, de hecho, vivía con incertidumbre sobre lo que realmente era. Sin embargo, cuando conocí la Fundación, comencé a ver el tesoro que dormía dentro de mí, porque cada trabajo que realizaba me servía como una excavadora que sacaba lo que estaba escondido en mí. Entonces comencé a crecer en responsabilidad, corresponsabilidad y colaboración.

Puedo decir sin miedo que veo la Fundación “Semillas de Esperanza” como una intervención de Dios en mi vida, que sirvió para trabajar mi carácter, con el fin de ejercitar tareas tanto seculares como espirituales. Una vez que he sacado lo que estaba adentro, la gente ya cree que puedo aportar los valores humanos y espirituales que tengo para el bien de la comunidad.

Hoy soy Pastor de la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios, que se encuentra en el barrio Expansão, donde hay 120 creyentes de diferentes edades y culturas. Para mí, este llamado de Dios es un desafío para iniciar el gran camino con las ovejas del Señor Jesucristo, sabiendo que cada oveja necesitará mi cuidado como Pastor.